¿Qué es la ansiedad
generalizada?
La ansiedad
generalizada consiste en un estado de preocupación constante y persistente,
con inquietud, tensión muscular, cansancio, irritabilidad, problemas para
concentrarse y problemas de sueño.
Cuando estos síntomas ocurren durante al menos seis meses e
impiden que la persona funcione de modo normal en su vida diaria (en el
trabajo, en sus relaciones, etc.), existe la posibilidad de que se trate de un
trastorno de ansiedad generalizada.
María, una
estudiante universitaria, se sentía ansiosa porque pensaba que su rendimiento
sería muy bajo y continuamente se preocupaba con temas relacionados con los
estudios. Sentía ansiedad antes de ir a cada clase; antes, durante y después de
cada examen, y mientras estudiaba. En definitiva, se sentía con un miedo difuso
casi todo el tiempo.
El síntoma principal de la ansiedad generalizada es la
incapacidad para relajarse. La persona se siente tensa, asustada, se sobresalta
por cualquier cosa, se siente inestable y débil.
Puede sentir síntomas físicos de ansiedad, como manos
sudorosas, palpitaciones, sensación de falta de aire, deseo urgente de orinar,
náuseas, diarrea, o sensación de mareo o de estar a punto de desmayarse (aunque
casi nadie llega a desmayarse realmente).
A nivel cognitivo, el
síntoma más común consiste en los problemas de concentración que experimentan,
así como la incapacidad para controlar su pensamiento, la confusión o la
incapacidad para recordar cosas importantes. También es común que se den
diversos miedos, como miedo a perder el control, miedo a ser rechazados, miedo
a ser atacado o miedo a morir.
¿Qué es la fobia
social?
La fobia social es un miedo fuerte a ser juzgado por otros y
a sentir vergüenza. Este miedo puede llegar a ser tan potente que impide ir al
trabajo o a la escuela o llevar acabo las actividades de cada día.
Toda persona ha sentido ansiedad o vergüenza alguna vez. Por
ejemplo, conocer personas nuevas o dar un discurso puede poner nervioso a
cualquiera. Pero las personas que tienen fobia social se preocupan por estas y
otras cosas semanas antes de que éstas ocurran.
Quienes tienen fobia social tienen miedo de hacer cosas
comunes delante de otras personas; por ejemplo, pueden tener miedo de firmar un
cheque delante del cajero de una tienda, o pueden tener miedo a hablar en
público, de comer o beber delante de otras personas, o de usar un baño público.
La mayoría de las personas que tienen fobia social saben que
no deberían sentir el miedo que sienten, pero no lo pueden controlar.
A veces terminan alejándose
de lugares o eventos donde creen que podrían verse obligados a hacer algo que
los avergüence.
Para algunos, la fobia social es un problema sólo en
determinadas situaciones, mientras que otros tienen síntomas en casi todas las
situaciones sociales.
Como cualquier fobia, se centra en un miedo intenso,
persistente y crónico (grave para considerarse fobia) ha ser juzgado, avergonzado, humillado o hacer
el ridículo, que se pone de manifiesto en varios tipos de situaciones.
Los síntomas físicos que acompañan a menudo el trastorno de
ansiedad social incluyen rubor, sudoración profusa temblores, palpitaciones,
náuseas, tartamudez, a menudo acompañada de un discurso acelerado.
¿Qué es el pánico/agorafobia?
El pánico: Imagínese
que entra a un elevador y de repente su corazón comienza a palpitar
aceleradamente, siente un dolor en el pecho, comienza a sudar frío y siente que
el elevador se va a caer y estrellarse contra el suelo. ¿Qué está sucediendo?
Imagínese que está manejando de regreso a casa después de ir
al supermercado y de repente todo parece estar fuera de control. Todo a su
alrededor se vuelve borroso y no sabe en donde está. Siente palpitaciones.
Siente que se está muriendo. ¿Qué está sucediendo?
Lo que está sucediendo puede que sea un ataque de pánico, una respuesta de miedo incontrolable
ante situaciones cotidianas y que no representan peligro. Los ataques de pánico
pueden indicar que alguien sufre del trastorno de pánico.
Se dice que las personas que sufren cuatro o más ataques de
pánico en un período de cuatro semanas sufren del trastorno de pánico. Se puede
diagnosticar este padecimiento si la persona sufre menos de cuatro episodios de
pánico en ese mismo lapso de tiempo pero que vive con el miedo frecuente o
constante de sufrir otro ataque.
Para que se le diagnostique trastorno de pánico, la persona
debe sentir por lo menos cuatro de los siguientes síntomas durante un ataque:
sudores, bochornos o escalofríos, sensación de ahogo, palpitaciones aceleradas,
dificultad para respirar, temblores, dolor en el pecho, sensación de desmayo,
adormecimiento de las extremidades, náuseas, desorientación o sensación de
morir, de que está perdiendo el control o perdiendo la razón.
La agorafobia
está estrechamente relacionada con el trastorno de pánico. La agorafobia es el
miedo y evitación a estar en lugares o situaciones de los cuales pueda ser
difícil o embarazoso escapar, o en los que pueda no disponerse de ayuda en el
caso de tener un ataque de pánico o síntomas similares –sensación de ahogo,
taquicardia, mareos, despersonalización, desrealización, pérdida del control de
esfínteres, nausea-.
Como consecuencia de este miedo, la persona evita las
situaciones temidas, las soporta con gran ansiedad o malestar y, generalmente,
tiene la necesidad urgente de estar acompañada.
Con frecuencia, este miedo se suele experimentar en medios
de trasporte como el metro, el avión o el coche. Se manifiesta de igual forma
al alejarse de casa, en lugares públicos como centros comerciales, en la cola
de de un mercado, el cine o en eventos multitudinarios. En otras ocasiones, el
miedo es simplemente la anticipación de que pueda volver a producirse una
crisis de pánico en un lugar donde previamente se sufrió una.
Es precisamente esa angustia la que ayuda a desarrollar un comportamiento
de evitación que va limitando la movilidad en la vida cotidiana. En otros
casos, esta limitación no es tan evidente debido a que el agorafóbico consigue
trasladarse con gran malestar, o bien habiendo organizado en su entorno todo un
dispositivo de acompañantes que le ayuden a superar su incapacidad para
desplazarse.
La mayoría de personas que sufren este trastorno no tienen
una conciencia clara de que muchos de los síntomas que padecen, tanto de orden
físico como psíquico, tienen un nexo común que es el miedo irracional y la
sensación de desprotección.
Durante la crisis pueden también aparecer nauseas, sudor
intenso, sensaciones extrañas en la cabeza, hormigueo en manos y pies,
molestias estomacales y también una desagradable sensación de inestabilidad que
suelen interpretarse como crisis vertiginosa.
Éstos y otros síntomas se suelen interpretar por la mayoría
de las víctimas del pánico como un trastorno físico y solicitan un examen
médico después de esta primera experiencia o de otras subsiguientes.
En general, estos exámenes no suelen revelar ningún problema
físico que explique la dramática situación vivida. Ante esta noticia, muchos
pacientes siguen en la convicción de que sufren algo físico pero que no ha
estado correctamente explorado o bien de que se les está ocultando una
enfermedad fatal.
Ello acostumbra a ser el principio de una cadena de
consultas interminables y de un creciente aislamiento del agorafóbico respecto
de su entorno ya que no encuentra una salida a su trastorno ni comprensión
alguna a su sufrimiento.
En cualquier caso, debe dejarse claro que la agorafobia
tiene tratamiento con un alto porcentaje de éxito. La mejor manera de eliminar
las limitaciones –evitaciones y ansiedad- que produce este trastorno es
haciéndole frente con la ayuda de un profesional especializado.
http://amindterapia.com/activcalm
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