De los neurotransmisores como causa del pánico, a la idea que las conductas que ejecutamos para enfrentar el pánico lo terminan agravando.
La
interpretación biologicista del
pánico considera que tiene un origen fisiológico, que existe una predisposición
que podría ser genética hacia el pánico.
Podría estar
toda la vida latente; pero algunas situaciones puede hacer que aparezca,
haciéndose realidad un desequilibrio en los neurotransmisores.
Es posible
que pueda hacerse crónico y se produzca un trastorno de angustia.
El
tratamiento farmacológico podría volver los neurotransmisores a su sitio; pero
continuará la predisposición y la vulnerabilidad y los ataques podrían volverse
a repetir.
La visión psicológica es diferente y complementaria. No se puede
negar que algunas personas sean más vulnerables que otras a la ansiedad. Pero
en el disparo del ataque de pánico juega un papel muy importante una reacción
inadecuada a las señales de ansiedad.
La ansiedad, la angustia,el miedo, etc.
son estados que se caracterizan todos por una gran excitación fisiológica, que
nos prepara para luchar o para huir
haciendo frente al peligro que la causa.
Si las
sensaciones asociadas a la excitación fisiológica nos provocan más miedo o
angustia, podemos entrar en un círculo
vicioso, porque al esforzarnos por huir o luchar en contra de esas
sensaciones, nuestra excitación inicial se incrementa.
De esta forma
luchamos además de contra el origen de nuestro miedo, angustia o ansiedad;
también contra las propias sensaciones de excitación. Esta espiral excitación -
miedo o angustia - excitación nos puede inducir en segundos un ataque de
pánico.
Por ejemplo,
cuando tenemos miedo se suele respirar
rápido para dar a los músculos más oxígeno y prepararlos así para huir o
luchar.
Si no se consume ese oxígeno; porque no se huye o
lucha de inmediato, se puede producir una sensación de mareo asociada a una ligera hiperventilación.
Si la pequeña
sensación de mareo nos da miedo
(quizás porque la interpretamos como que nos vamos a desmayar, a perder el
sentido, a morirnos, ...) respiraremos
más rápido todavía con lo que el mareo aumentará.
En pocos
segundos podemos estar totalmente mareados y con sensaciones de hormigueo e
incluso de tetanización de los músculos y en consecuencia con un miedo
totalmente descontrolado y disparado y unos pensamientos catastróficos de que
nos vamos a desmayar o a morir o ..
Si se aprende
a no tener miedo a la pequeña sensación inicial de mareo el ciclo no se
producirá. Si nos entrenamos para respirar de manera correcta cuando tengamos
miedo, es decir, dejamos de respirar como si estuviéramos en una situación de
extremo peligro, cortaremos el ciclo.
Si
interpretamos las señales corporales de forma adecuada, como ansiedad o miedo
normal, y no de forma catastrófica (pérdida de control, desmayo, enfermedad,
muerte, etc.) el problema se soluciona.
He puesto un
ejemplo con sensaciones asociadas a la respiración, que son las más frecuentes,
pero no son las únicas, otras veces son sensaciones de inseguridad,
desequilibrio, irrealidad, etc.
La teoría es sencilla. Llevarla a la
práctica es un
proceso terapéutico complejo, puesto
que no basta con el convencimiento intelectual, hay que tener conciencia vivida
(quitarle poder a los estímulos estresantes) para que el proceso en
espiral de disparo del pánico se corte.
Cuando se puede realizar una exposición a los estímulos internos del sujeto y se pueden interpretar
de forma adecuada, los ataques de pánico se dejan de producir en una etapa muy
temprana de la terapia, aunque esta suele ser mucho más larga porque se tiene
que perder el miedo en las más importantes situaciones
que se han evitado.
Con esta
visión, aunque exista una predisposición genética a la ansiedad, puedes aprender como caes en el ataque de
pánico y como puede salir de ese camino que ya no le lleva necesariamente a la
catástrofe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario